Sor Juana Inés de la Cruz
En 1690, Sor Juana Inés de la Cruz tuvo la osadía de participar con su “Carta atenagórica” en un debate teológico monopolizado por hombres. La respuesta del obispo, bajo seudónimo, no se hizo esperar. Las mujeres, le dijo, no estaban para esas cosas: “Letras que engendran elación no las quiere Dios en la mujer”.
Sor Juana se defendió en la “Respuesta a Sor Filotea”, ironizando sobre su innegable e inalienable capacidad para discutir sobre filosofía y otros asuntos: “¿Qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”.
Años antes, Sor Juana había escrito esta redondilla, que echaba luz premonitoriamente a las acusaciones injustas de “los hombres, que con solo serlo piensan que son sabios”:
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Ciudad de México, 18 de abril de 2015.- Los restos atribuidos a la monja mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), llamada “Fénix de América” y “Décima Musa” por ser la más grande figura de las letras del período colonial hispanoamericano, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español; ya reposan, en el hoy ex convento de San Jerónimo, donde vivió durante cerca de un cuarto de siglo.
A las cuatro de la mañana del domingo 17 de abril de 1695, víctima de una epidemia dejó de existir en una de las celdas del convento quien viera la luz poco más de 43 años atrás, en San Miguel Nepantla.
Tras una excavación, se localizaron esqueletos . El más notable pertenecía a una mujer adulta enterrada con su hábito de gala, no estaba amortajada ni tenía corona o ramo; portaba un medallón de carey en forma oval y un rosario. Por eso y por coincidir con las medidas de una pintura de su cabeza, se infirió que fue la persona que gozó de mayor prestigio en ese grupo religioso, nadie más que Sor Juana.
Luego y como parte de la ceremonia, se dio lectura a la “Oración fúnebre a Sor Juana Inés de la Cruz”, de Octavio Paz, texto fue leído originalmente por el Nobel de Literatura mexicano el 17 de abril de 1995 en el ex convento de San Jerónimo, en ocasión de los 300 años de la muerte de la Décima Musa.
A las cuatro de la mañana del domingo 17 de abril de 1695, víctima de una epidemia dejó de existir en una de las celdas del convento quien viera la luz poco más de 43 años atrás, en San Miguel Nepantla.
Tras una excavación, se localizaron esqueletos . El más notable pertenecía a una mujer adulta enterrada con su hábito de gala, no estaba amortajada ni tenía corona o ramo; portaba un medallón de carey en forma oval y un rosario. Por eso y por coincidir con las medidas de una pintura de su cabeza, se infirió que fue la persona que gozó de mayor prestigio en ese grupo religioso, nadie más que Sor Juana.
Luego y como parte de la ceremonia, se dio lectura a la “Oración fúnebre a Sor Juana Inés de la Cruz”, de Octavio Paz, texto fue leído originalmente por el Nobel de Literatura mexicano el 17 de abril de 1995 en el ex convento de San Jerónimo, en ocasión de los 300 años de la muerte de la Décima Musa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario